España, frontera del sur de Europa, y en particular Andalucía, se ven confrontadas diariamente a la llegada de pateras con migrantes y refugiados procedentes de África. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indicó que en el 2018, entre enero y diciembre, aproximadamente 56.480 personas han llegado a España por el mar Mediterráneo. Un record si comparamos esta cifra con las pasadas. España ha recibido más migrantes a bordo de pateras el año pasado que nunca. Hay que sumar varios años anteriores para este resultado.
Además, ha arrojado la cifra de 769 migrantes que han fallecido o desaparecido en la ruta del Mediterráneo intentando llegar a las costas españolas, más del triple que en el 2017, donde murieron 224 personas camino de nuestro país. El incremento es tal que triplica el que se registró hace cuatro años en el 2014.
La agencia de fronteras de la Unión Europea (FRONTEX) indica que en el 2018 la ruta migratoria del Mediterráneo representa más de la mitad de todas las entradas irregulares a través de las fronteras en Europa. Independientemente de la falta de recursos tanto materiales como humanos evidentes, la tragedia de la migración (económica o política) no tiene ya calificativos que exprese con suficiente claridad la ignominia que supone para la sociedad española como para cualquier otra asumir lo que está ocurriendo.
Las políticas migratorias en Europa son insuficientes en la materia. Luchar contra las mafias toda vez que se plantea cooperación financiera en los países de origen no paraliza, en absoluto, el éxodo masivo de personas que huyen de las guerras y pobreza.
¿A cuántas muertes o desapariciones más tendremos que contar para que Europa determine una política real para evitarlas?. ¿Cuántas muertes o desapariciones más para que Europa entienda que erigir fronteras no es la solución?.
La migración existe desde siempre. No hay familia en el mundo que no haya tenido a tenga a algún pariente que, en un momento u otro, hiciera o haga la maleta rumbo a otras tierras.
El mar es un protagonista involuntario al convertirse en un inmenso cementerio. Y, a pesar de todo, aún a sabiendas, es el camino que probablemente, en este preciso momento, muchos aspiran a atravesar para llegar a Europa. Un sueño que se desvanece de raíz al tocar la arena de las playas europeas.